SABER GANAR, SABER PERDER
Todos los años, a la par del inicio del nuevo curso, comienzan las actividades deportivas escolares, las extraescolares, las competiciones inter-centros, los croses,...y es una maravilla ver a montones de chicos y chicas participando con una ilusión desbordada en cada carreta, en cada partido, en cada una de las competiciones en las que participan.
Pero todos los años, también, observo algunos comportamientos que dejan mucho que desear y no precisamente en los chicos, sino en los padres. Padres que en vez de animar vociferan con un "forofismo" exagerado e inadecuado, que gritan o incluso insultan a sus hijos si no lo hacen bien o si pierden, que insultan a niños o niñas de otros equipos, que critican abiertamente o con amenazas a los arbitros de las competiciones (que muchas veces son alumnos más mayores que colaboran ), que llevan a sus hijos presionados a los partidos transmitiendo muchas veces sus frustraciones o deseos megalomaniacos de creer que en su casa vive el Cristiano Ronaldo de turno que les sacará del anonimato en el que viven.
Es una pena, pero todos los años veo lo mismo. Padres que no transmiten los valores que se pueden inculcar a través del deporte, padres que no tratan de que sus hijos se diviertan a través del deporte, que no respetan nunca al contrario,... tristes padres con baja tolerancia a la frustración y que nunca admitirán sus propios errores o los de sus hijos, alejados del refuerzo positivo y de la enseñanza sana. En el pabellón del colegio hay colgado un decálogo del buen deportista,... seguro que algunos nunca lo han leído. Padres que ni saben ganar, ni saben perder.
Éste artículo que he encontrado del Equipo Pedagógico AGORA, de Navarra, es muy claro y muy explícito sobre los valores que deberían inculcarse a través del deporte como fuente de un desarrollo positivo en nuestros hijos a través de los ejemplos de unos tenistas de sobra conocidos.
SABER PERDER, SABER
GANAR
Saber ganar es una expresión de
respeto. Ayuda a tolerar la frustración y saber asumir la victoria con
humildad
“Después de unos minutos sentado en el banquillo
mirando al vacío, Roger Federer tuvo que hacer frente al trámite de recoger el
trofeo de subcampeón del Abierto de Australia. Las lágrimas obligaron al suizo a
interrumpir su discurso. Detrás de él, Rafael Nadal mostró un respeto sólo
comparable al nivel de una final inolvidable…” (Elmundo.com, 1 febrero
2009).
En el artículo anterior de Estar
tratábamos como referente educativo la capacidad de trabajo y la
tenacidad, la humildad y la constancia de un gran campeón, Rafael Nadal. Tras lo
ocurrido en el Open de Australia, donde el joven deportista español se
proclamó campeón ante Roger Federer, es obligado insistir en que la grandeza
humana de Nadal –no es poca también la de su contrincante- cobra aún más relieve
cuando demuestra, como muy pocos, que no sólo sabe cómo se ganan los partidos,
sino que sabe ganarlos, ante todo, como un gran caballero, como una admirable
persona: respetando y alabando al rival, reconociendo también su grandeza y
recordando que la vida sigue y que hay que seguir trabajando para dar lo mejor
de uno mismo.
Merece la pena volver sobre el temple moral de Rafa
Nadal y sobre su actitud dentro y fuera de las pistas deportivas. Estamos ante
un campeón que todos los niños y jóvenes debieran tener como referente
educativo, porque él y Federer supieron escribir el 1 de febrero una hermosa
página del mejor deporte durante la entrega de trofeos el campeonato.
Es duro, muy
duro…
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La vida no es un camino de rosas y por tanto los niños tienen que
aprender a tolerar la frustración y a sobreponerse de ella. Además, tienen que
saber asumir la victoria, y que no se crean más de lo que
son
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Cuando un niño acaba de perder un partido de fútbol
con sus amigos y llega enfadado a casa sus padres le tranquilizan y le dicen:
"tranquilo, lo importante es participar". Qué bien suena, pero ¡qué difícil de
llevar a la práctica! "Esto me está matando...", murmuró Federer ante los
micrófonos de Melbourne Park mientras el público le aplaudía, agradecido por el
gran esfuerzo realizado durante todo el torneo y por los años en los que fue él
el que se llevaba la copa de campeón. Incapaz de articular palabra, el suizo se
retiró unos segundos , se abrazó con un también emocionando Nadal y regresó para
hablar antes que el español, ya que no quería tener él "la última palabra", algo
que corresponde al vencedor. "Al principio estás disgustado, sorprendido y
triste, son muchos sentimientos los que tienes. El problema es que no puedes
irte al vestuario y darte una ducha fría. Tienes que salir fuera. Y ése es el
peor momento. Es duro, muy duro".
Algo más entero, el suizo mostró su talla de
campeón y de persona: "Nadal ha jugado un partido fantástico y le felicito por
ello". Federer se despidió mostrando sus respetos al público australiano y
prometió regresar la temporada que viene para levantar su cuarto título en
Melbourne.
No es fácil saber perder con elegancia, felicitar y
agradecer al vencedor el tiempo que nos ha dedicado. El respeto y la alabanza al
contrario ponen de relieve un corazón generoso, grande en los momentos grandes y
en los amargos.
A menudo nos encontramos niños –y no tan niños- que
si sospechan que van a perder ni siquiera empiezan a jugar, otros abandonan a
mitad de juego. Otros no admiten que la causa de su derrota sea una equivocación
suya, una falta de esfuerzo o que el otro ha sido mejor. Buscan alguna excusa
que justifique esa situación o culpan a alguien de lo que ha pasado (es muy
habitual oír a los niños "me han suspendido" en vez de "he suspendido") y se
pillan un enfado un tanto desproporcionado.
En esta sociedad tan competitiva –y el deporte no
es una excepción-, no es raro que todos intenten destacar. Está configurado en
nuestras mentes que hay que ser los mejores, y vivimos constantemente
comparándonos con otros en diversos ámbitos y áreas de nuestro quehacer. Pero no
se puede olvidar la importancia de saber perder y aceptar, que en ocasiones, no
siempre todo saldrá bien.
Caballeros en el
deporte y en la vida
En parte por la misma razón, es habitual que en el
otro extremo nos encontremos niños –y grandes- que ganan y humillan a su
adversario, o que van fanfarroneando por ahí con sus éxitos. Ni lo uno ni lo
otro. Saber ganar también tiene sus reglas. Igualmente insufrible que un mal
perdedor es un vencedor presuntuoso. Lo primero que ha de hacer un vencedor es
dirigirse a su adversario deportivo y valorar su juego. Hay que enseñar a los
niños que lo importante es participar, prepararse y esforzarse en dar lo mejor
de sí mismo.
El 1 de febrero, en las pistas del Open de
Australia, pese a que todas la miradas estaban puestas en él, el gran triunfador
del día, las primeras palabras de Rafa Nadal fueron de ánimo (e incluso de
disculpa) para su rival, Roger Federer: "Sé realmente lo que se siente y lo duro
que es," dijo el manacorí, "lo siento por lo de hoy, pero eres un gran campeón,
uno de los mejores de la historia y vas a llegar a los 14 y mejorar esa marca",
aseguró dirigiéndose al suizo.
"Me encanta jugar contra ti y te deseo lo mejor
para el resto de la temporada", añadió Rafa ante las lágrimas de su rival. El
español también señaló que son dos jugadores que se conocen a la perfección. "Ya
llevamos muchos partidos encima", recordó Nadal, que definió a Federer como "un
fenómeno fuera y dentro de la pista".
Ya en un análisis más detallado ante la prensa, el
número uno reconoció que las lágrimas de Federer hicieron que él disfrutase "un
poco menos de la victoria". "Ver a un gran campeón como Federer cómo expresa sus
sentimientos hace grande este deporte y demuestra lo humano que es, sin miedo a
llorar. Cuando ves al rival así, a un compañero, disfrutas un poco menos de la
victoria", dijo Nadal.
"El estaba destrozado y para mí era complicado,
porque tengo una excelente relación con él. Os prometo que le deseo toda la
suerte del mundo para que consiga igualar y superar el récord de Sampras porque
creo que se lo merece. Es un gran campeón y lo ha demostrado siempre fuera y
dentro de la pista. Él ha hecho grande nuestro deporte", reiteró. "Son momentos
emocionantes", comentó sobre la entrega de trofeos, y confesó: "Yo, entre la
victoria y ver así a Roger, también he estado muy cerca de llorar ".
Educar en la
elegancia moral
Este aprendizaje de la elegancia moral no se
improvisa; ha de iniciarse desde muy pequeño, cuando el niño empieza a jugar con
sus padres. En muchas ocasiones éstos le dejan ganar para que el niño no se
frustre y se sienta bien. Esto no está mal, a veces hay que dejarle ganar para
que el niño tenga interés en mejorar, pero también hay que dejar que pierda para
que no se crea que él todo lo puede, y luego se lleve un chasco con otros que no
le van a dejar ganar.
No vale decirle al niño que no pasa nada por
perder, que lo importante es participar, y luego cuando el papá ve en la tele
que su equipo de fútbol va perdiendo no se cansa de soltar improperios y
descalificativos. El niño se siente engañado.
El hecho de que el niño se enfade cuando pierde es
una reacción normal. A nadie le gusta perder, y menos a un niño. Ellos lo viven
como un fracaso, y como viven en el presente, el futuro les queda muy lejos, y
por tanto les cuesta darse cuenta que perder una batalla no significa perder la
guerra.
Como padres podemos tener en cuenta una serie de
aspectos:
• Hay que ser consecuentes entre lo que
decimos y hacemos. Tenemos que aprender también nosotros a perder y a
medir nuestras reacciones. En el día a día hay que reconocer el mérito del que
se esfuerza, del que mejora y no solamente del que gana (p. ej. hemos perdido el
partido pero los jugadores han luchado muy bien).
• Cuando el adulto gane o pierda con el niño o con
otros, debe mostrarles consideración (p. ej. "He ganado, pero
no ha sido fácil, tirabas los balones con mucha fuerza", o "Felicidades, has
ganado. Te has portado como un gran jugador").
• Es normal que tras perder uno se sienta un poco
triste y decepcionado, pero no se deben permitir reacciones desproporcionadas
(agresiones verbales, físicas o contra el material). Si se producen hay que
dejar muy claro al niño que en esas condiciones no puede jugar y se quedará
fuera del grupo hasta que se calme.
• Se gane o se pierda hay que felicitar o
solidarizarse con el adversario ("Lo has hecho muy bien", o "lo siento.
Ha sido un placer jugar contigo").
• Tanto los padres como los hijos tienen que
aprender a hacer examen de su conducta para saber en qué aspectos tiene que
mejorar. Es más fácil criticar al otro que a uno mismo. Cuando el niño esté
triste porque ha perdido, ayudadle a analizar el partido y hacedle preguntas
sobre qué se podría haber evitado o qué se puede cambiar para la próxima vez, en
función de su edad. Para poder hablar de la derrota a veces hay que esperar a
que el niño se calme un poco y lo pueda ver con un poco de distancia. En el
momento de la frustración es difícil dialogar y ver las cosas. Esto no vale sólo
para el deporte, sino también para los fallos de comportamiento que haya podido
tener en general.
• Se le debe enseñar a jugar limpio. Establecidas
unas reglas, hay que respetarlas. Si los niños son pequeños no debe haber
muchas. Además, éstas no se pueden cambiar cuando a uno le interesa. Conviene
acostumbrarse a no protestar ni quejarse, sino a aceptar las decisiones del
árbitro, los fallos de los compañeros o los propios, y seguir luchando por la
victoria con ilusión y honestidad, aprendiendo de los errores.
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A ningún padre le gusta ver sufrir a su hijo, y a
todos les gustaría que su hijo fuese el mejor, pero no siempre puede ser. La
vida no es un camino de rosas y por tanto los niños tienen que aprender a
tolerar la frustración y a sobreponerse de ella. Además, tienen que saber asumir
la victoria, y que no se crean más de lo que son.
No debemos dejar de mostrarles esos raros ejemplos
de grandeza humana, la que normalmente acompaña a los deportistas generosos,
humildes y tenaces, como Rafael Nadal.
Ref: Equipo Pedagógico Ágora. Burlada (Navarra)
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